viernes, 29 de abril de 2011

Apuntes (XCIV): Despertares


Escucho a mi interlocutor, no como quien oye llover, sino como quien siente nevar; así de suaves aterrizan en mis oídos sus voces destempladas, sus miserias aventadas en el espacio cautivo de la sala grande, de la que sólo puedo escapar sumergiéndome en mi olvido.

~

Una vuelta a la normalidad, según el uso, pero... ¿qué es lo normal? ¿La rutina? ¿El paso indolente de los días, tan parecidos unos a otros como las lágrimas de una virgen? Debe de haber un término medio entre la normalidad y el sufrimiento, que permita soñar despierto, aún sabiendo lo que nos encontraremos al despertar.

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Y al despertar, lo que vemos no nos gusta nunca, porque nos arranca del mundo soñado largo tiempo. Cada sueño es una eternidad idealizada, un sitio confortable donde reírnos en buena compañía de esa otra vida absurda de horas contadas, y con la espada de Damocles pendiendo siempre sobre nuestras almas.

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No hay lírica en el tedio, como tampoco hay tedio en la lírica.

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"Winter kept us warm", dice Eliot en The Waste Land. Y qué pereza da salir al frío de la primavera, a ese despertar incierto que nos invade sin que lo podamos controlar, y que nos hace añorar por momentos el frío paralizante y mullido del invierno.

jueves, 28 de abril de 2011

Al fin, una noche


Entra aire fresco por la ventana, y me acaricia
en esta noche sin pena de ser noche;
una noche de finales de abril, o de mayo, o de junio,
o de cualquier otro mes castigado por el tiempo.
Y yo trabajo de noche, pero me quedo quieto
para que la tarea me pase por encima,
y así no tengo que dar explicaciones,
porque mi rostro habla por mí,
y mi mirada se busca en el vacío de la sala abandonada.
Alguien entra, y me dice unas palabras
que yo no escucho,
pero respondo sin dudarlo, sacrifico
mi voz al ruido de los necios, para poder estar
a salvo en mi castillo de lágrimas secas.
Y entre tanto la noche se sigue haciendo noche, a pesar
del neón amarillo que espanta el aire y me ha nombrado
vivo entre los muertos; entre los muertos de una noche
olvidada como aquel tiro en la nuca,
olvidada pero mía, y que me mata
con su cuchillo frío afilado en todas las locuras.

Perplejidades (VII)


1. ¿Por qué sólo uno sabe meter las cosas correctamente en el lavavajillas de uno?

2. ¿Por qué los de la RAE tratan de obligarme a escribir sólo sin tilde? (nótese cómo cambia el significado de la frase anterior si entrecomillo "sólo" y si lo escribo sin tilde).

3. ¿Por qué a los hombres les gusta vestir vaqueros? También son ganas de llevar siempre el paquete estrujao...

4. ¿Por qué le dicen paquete, si casi siempre es un sobrecillo?

5. ¿Por qué los escritores se hacen las fotos con el dedo índice sujetándose la sien? ¿Porque han"nasío pa pensá"?

6. ¿Por qué cuando uno va a buscar una lámpara no hay modo de encontrar una que le guste a uno?

7. ¿Por qué los nazarenos llevan capirote?

8. ¿Por qué los del Ku Kux Klan llevan capirote?

9. ¿Por qué Zapatero es tan carajote?

10. ¿Por qué me gusta tanto -¡ay!- usar el blog para hinchar las narices -¡zump!- al personal y para soltar -¡choff!- cagadas?

miércoles, 27 de abril de 2011

Mariconadas literarias (II): Exclamaciones


Continúo con esta serie de afilados cuernos, donde trato de voltear a los escribientes malandrines que utilizan argucias de dudoso gusto para captar la atención de sus lectores. En este caso entro al trapo de un vicio tan extendido como las extemporáneas exclamaciones que tienen a bien soltar muchos ilustres escritores a las primeras de cambio. Son muchos los ejemplos, pero me centraré en tres que me resultan especialmente insufribles; a saber: ¡ay!, ¡oh! y ¡jo!


No creo que haya nada más cursi que exclamar ¡jo! cuando algo contraría al escritor; la lengua española es inmensamente rica, y se me ocurren innumerables exclamaciones más a propósito, como por ejemplo ¡me cago en la hostia!, ¡los mueeeertos del demonio!, ¡sus muuuulas toas! o ¡me cago en to lo que se menea!, por citar sólo algunas. En cuanto al dichoso ¡oh!, estoy hasta el gorro de que lo usen para alabar, por ejemplo, un poema. Sólo un poema en color amarillo sobre fondo rosa se merece tan exclamación. Bien pudiera decirse ¡ole tus cojones!, ¡así se escribe, pedazo de cabrón!, o ¡de putíiiiiiiisima madre! Y he dejado para el final el quejidito ese de ¡ay!, la mariconada más gorda que han visto los siglos, una especie de lamentación que trata de atraer la pena del lector sobre quien escribe, y lo que da es pena de que se escriba así. Si algo te jode no digas ¡ay!, coño. Tienes a tu disposición infinitas expresiones, como la antes citada ¡sus mulas!, con su variante ¡sus muertos!, o ¡qué le vamos a hacer, la vida es así de cabrona!, o ¡un mojón pa mí!, ¡me la han metío astarnúo!, ¡astarnúo pelúo y morrocotúo!, y así podíamos seguir hasta que se nos rompiera el lápiz.


Un poné: Y pensar -¡ay!- que muchos escritores que escriben -¡oh!- de maravilla y visitan ¡ay! mi blog, usan -¡prrrrf!- estas mariconadas. ¡Jo!

martes, 26 de abril de 2011

¡Angelitos...!


Hace unos días, en uno de nuestros paseos por los senderos de Alájar, a los niños les dio por recolectar todas las flores que encontraban por el campo. Al parecer les habían dicho en el colegio que las secaran, para llevarlas luego a clase y hacer una exposición. Como ellos pasan por ser los alumnos más asilvestrados de todo el colegio, para estar a la altura se emplearon a fondo, y al llegar a casa cada uno llevaba un buen manojo. Ahora venía el proceso de secado, que no sabían cómo hacerlo, y les dijimos que lo mejor era poner durante bastante tiempo un peso encima de ellas para que hiciera presión y las aplastara a la vez que las secaba, con lo que las flores quedaría listas para pasar revista. Los sufridos papás nos olvidamos del asunto, y cuando al cabo de un rato volvimos a donde estaban los niños nos encontramos con este panorama.


No os podéis hacer una idea de las horas que empleó Lola en ordenar con esmero las revistas del National Geographic y otras colecciones, con su lomo hacia afuera, ordenadas por fechas, venciendo su natural tendencia a alabearse cuando se colocaban en la estantería, y los puñeteros niños habían deshecho todo el trabajo en unos segundos para aplastar unas florecillas de mierda... ¡Qué simpáticos los niñitos de las narices; una ricura...

P.S. El invento que montaron mis querubines se parece tela a las portadas de libros que cita mi amigo Alejandro en esta entrada.

lunes, 25 de abril de 2011

Wallace Stevens: The Snow Man


Hay que tener la mente en el invierno
para admirar la escarcha y las ramas
de los pinos cegados por la nieve;

y haber pasado frío mucho tiempo
para contemplar los enebros estragados de hielo,
los abetos ásperos en el lejano resplandor

del sol de enero; y no pensar
en ningún mal al escuchar el viento,
al escuchar unas pocas hojas,

que es el sonido de la tierra
llena del mismo viento
que sopla en el mismo sitio desnudo

para el oyente, que escucha en la nieve,
y, siendo nada, contempla
la nada que no está allí y la nada que está.

gh

One have a mind of winter
To regard the frost and the boughs
Of the pine-trees crusted with snow;

And have been cold a long time
To behold the junipers shagged with ice,
The spruces rough in the distant glitter

Of the January sun; and not to think
Of any misery in the sound of the wind,
In the sound of a few leaves,

Which is the sound of the land
Full of the same wind
That is blowing in the same bare place

For the listener, who listens in the snow,
And, nothing himself, beholds
Nothing that is not there and the nothing that is.

Apuntes (XCIII): The "Wits" of Father Brown


El padre Brown es una especie de Sherlock Holmes con sotana, tan ingenioso y agudo como aquel monje franciscano que viajó a la abadía de la novela de Umberto Eco, y con su mismo desenfado, aunque Chesterton le quita protagonismo en sus relatos, revistiéndolo de una modestia que le impide adquirir una relevancia en ellos mayor que la de desenmarañar brillantemente la trama. El personaje hace gala de un ingenio modesto y nada hueco, lo que es de agradecer en un género que se presta en exceso a los fuegos artificiales. Son relatos de misterio, sí, pero el misterio no se queda en la anécdota del crimen, sino que la trasciende para internarse en la psicología de los personajes, a los que el autor lleva a su terreno con una habilidad digna de encomio.


~

Hay que ser honesto con uno mismo, hasta cuando se miente.

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No debería existir el proselitismo, como tampoco el laicismo militante. Quien quiera abrazar libremente una religión, que lo haga. Los no creyentes, que respeten a los fieles. Que no se lleve al terreno de lo público lo que siempre debería quedar en el ámbito privado. Que la religión no sea noticia, y que los rencores y tropelías del pasado queden para los libros de historia. El cristianismo y las sociedades occidentales están maduras para ello; no así el islamismo, cuya aspiración totalitaria es una amenaza para la paz mundial.

~

Hay ocasiones en las que vivir se convierte en una tarea hercúlea, y el simple paso de las horas supone una tortura interminable, pero poco a poco las aguas se calman y, con más pena que gloria, el tiempo comienza a fluir suavemente por encima de nosotros, sin apenas rozarnos.

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Cada vez son más los apuntes de mi cuaderno que no saltan a la nube, y también son cada vez más los que llueven directamente de ella.

domingo, 24 de abril de 2011

Gonzalo



Gonzalo es el benjamín, y se nota. Tiene a raya a toda la familia, y lo mismo te estampa un besito en la mejilla que te suelta un mandoble porque no le parece bien que le niegues un trozo de chocolate. Se considera igual en fuerza y tamaño que sus hermanos, y es el primero en acudir a las melés que se forman en los pasillos a la hora en que sus papás tratan de descansar. Suele coronar con éxito la montaña humana clavando la rodilla en el colodrillo del pobre Miguel, que aúlla como un coyote jaleado por Jaime, dando fin al conato de siesta. Si le riñes deja caer al suelo los tres chupes que suele portar y baja la mirada más digno que un cardenal. Entonces cuesta horrores ganar su perdón, a pesar de haber sido él quien ha largado un tremendo bocado a su hermano Ignacio. Corre a encerrarse voluntariamente en un cuarto de baño , y sólo al cabo de interminables ruegos y súplicas se digna a abrir la puerta y avanza majestuoso al salón para recuperar sus chupetes y tomar posesión de su asiento favorito. Además de la fuerte personalidad que demuestra, Gonzalo es un machote y un campeón. Cuando se quemó el brazito con café lloró lo justo, y durante las dolorosas curas apretaba los dientes mudo y orgulloso; el dolor sólo se le notaba en su cara y en alguna que otra breve lágrima que no podía reprimir.

Gonzalo todavía lleva pañales, pero le queda poco, este verano alcanzará su mayoría de edad mingitoria y cagatoria. Hasta ahora hablaba muy poco, aunque lo entendía todo, pero desde hace unas semanas se ha soltado y repite todas las palabras que decimos; eso sí, únicamente las vocales y las consonantes "m", "p" y "t". Supongo que hace ya un tiempo que dejó de ser un bebé, aunque nosotros de vez en cuando lo seguimos llamando así; dice Miguel que hasta los tres años un bebé no pasa a ser niño, y él acaba de cumplir dos, así que disfrutaremos un año más de nuestro bebé, y cuando se haga niño seguirá siendo el pequeño, que eso marca mucho (y nos marca también a sus hermanos y sus padres, con cariñosos arañazos que hacemos como si no nos dolieran).

Así es Gonzalo, el pequeñuelo de la familia, que ha dejado un sospechoso rastro babosil en las pantallas de mis amigos.

sábado, 23 de abril de 2011

La escalera sin fin


Como bien me indica Fernando, el mundo no avanza, sino que da vueltas. Cuando el hombre comenzó a adquirir lo que se conoce, bastante pomposamente, como sabiduría, se pensó que nuestro mundo estaba quieto, y el resto del universo giraba a su alrededor. Luego llegó Copérnico, y después Galileo, y poco a poco los sabios cambiaron de parecer, para decir que era el mundo el que daba vueltas, y a día de hoy más o menos todos así lo aceptan (no pongo la mano en el fuego por la generación de españoles educados en la LOGSE). Sin embargo, se sigue diciendo que el mundo avanza, que progresa, que hemos recorrido un largo trecho desde el neolítico hasta la era de la conquista espacial, que el hombre se dirige con paso firme hacia un destino maravilloso, de realización absoluta, donde dominaremos la naturaleza y no nos hará falta un Dios para justificar nuestra existencia, porque nosotros mismos seremos dioses inmortales.

Se trata de un caso más de miopía galopante, que pone el énfasis en lo logrado en un período determinado, magnificándolo para hacernos creer que se ha superado una fase anterior, un peldaño más en la escalera que sube hasta el cielo. Pero al concentrarnos en un sólo peldaño no somos capaces de ver que se trata de una ilusión óptica, esa escalera sin fin ideada por Penrose, por la que circulamos creyendo que subimos, cuando lo que hacemos es deambular penosamente, con las mismas miserias que hace diez mil años, sólo que multiplicadas por la técnica y el crecimieno vertiginoso de la población. No hay avance; no hay mejora; el hombre sigue siendo el mismo, y proseguirá su ascenso falaz hasta que el Ingeniero que diseñó la escalera la quite de debajo de nuestros pies, y entonces acabará nuestro deambular por este mundo.

viernes, 22 de abril de 2011

Apuntes (XCII): El avance del mundo


Entiendo la devoción que suscitan las imágenes de la Semana Santa, y he compartido muchas veces el ambiente mágico que se vive en las calles al paso de los cortejos de las hermandades. Toda la parafernalia de la Semana Santa sevillana, que es la que conozco, tiene una belleza indudable, pero –siempre hay un pero– me llega a empalagar la profusión de crucificados y dolorosas, a cuál más rococó en su dolor de madera, y las numerosas exaltaciones que aparecen por estas fechas, si bien hermosas y de indudable calidad literaria algunas de ellas, tomadas en su conjunto me causan una sensación de embriaguez casi insoportable por su potencia odorífera, valga la metáfora, que me recuerda a esos racimos apretados de jazmines morunos que nos salieron al paso el otro día en el sendero. Digo esto con el máximo respeto para los que viven con intensidad estas fechas, que lamentablemente han visto este año truncado por la lluvia el disfrute de los días grandes.

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No sé por qué, se me acaba de venir a las mientes (lo de mientes lo digo por dármelas de culto) Lo que el viento se llevó, gran película y mejor libro. Si ponemos en un extremo a Ashley Wilkes y en el otro a Rhett Butler yo estaría situado a la izquierda de Ashley.

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El mundo avanza gracias a los Rhetts Butlers, y los Ashleys Wilkes se limitan a verlo pasar, disfrutando lo que pueden, que no es poco.

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Viernes Santo de finales de abril y todo el día con una lluvia más propia de noviembre. Acababa de escampar cuando he aprovechado para sacar a los niños, más D., la amiga del alma de Jaime, al parque, y que al menos les diera el aire… y el agua, pues tuvimos que salir corriendo de vuelta a los diez minutos. Lo único que nos reafirma en que estamos en primavera es el suelo de las calles, lleno de flores mojadas en lugar de hojas.

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A uno le da reparo últimamente utilizar el indefinido “uno” al escribir. Eso le pasa a uno por malo…

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¿Y qué significa que el mundo avanza? ¿Hacia dónde debe avanzar? ¿Qué importancia tiene que lo haga? Nada, a ningún sitio, ninguna. ¿Habrá frase más hueca?

jueves, 21 de abril de 2011

Apuntes (XCI): De clásicos intocables y jazmines morunos


Leo a Baudelaire, Les fleurs du mal, y sus versos se me antojan almibarados, o, empleando una palabra horrible, cursis. Siente uno cierta prevención al criticar a un poeta consagrado, que ha pasado a la historia como un grande, pero para mí los grandes de verdad atraviesan el tiempo, y sus versos no envejecen, porque están más allá de la fama que alcanzaron o que se les negó en vida.

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Conviene leer a los clásicos sin prejuicios, ni positivos ni negativos, para paladearlos con nuestro sentido del gusto actual, sin imposturas. Entonces disfrutaremos realmente de su arte, o los desecharemos por pretenciosos.

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No eran madreselvas lo que olía el otro día, sino el árbol del paraíso. He vuelto a la misma terraza, y contemplo hasta cuatro magníficos ejemplares repletos de sus inconfundibles flores ligeramente rosadas. Es generosa la naturaleza, que al ver cómo caen los últimos pétalos de azahar se apresura a dar la bienvenida a otras flores de perfume intenso y primaveral, para no dejar huérfanos nuestros sentidos.

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Y hablando de perfume intenso, nada como los jazmines morunos. Hacíamos el otro día el sendero de los molinos en Alájar y pasamos por una cerca cuajada de estas flores. Ya antes de verlas su aroma nos las anunció, y al llegar a su altura el olor dulzón se hacía casi insoportable. Me acordé de este haiku (o ridaiku) de Miguel d'Ors: Tantos jazmines, / tantos jazmines, tantos... / ¡qué pestilencia!

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Todo lo que he buscado en vano en Baudelaire lo he hallado en Dickinson y en Eliot. Hay una poesía que es intemporal, mientras que las flores esplendorosas llega un momento en que languidecen.

miércoles, 20 de abril de 2011

T.S. Eliot: The Four Quartets. East Coker (III)


Oh oscuro, oscuro, oscuro. Todos ellos caen en lo oscuro,
los espacios vacíos interestelares, el vacío dentro del vacío,
los capitanes, banqueros, eminentes hombres de letras,
los generosos mecenas del arte, los estadistas y los gobernantes,
distinguidos funcionarios, presidentes de muchos comités,
magnates industriales e insignificantes contratistas, todos caen en lo oscuro,
y oscuro el Sol y la Luna, y el Almanaque de Gotha
y la gaceta de la Bolsa, el Directorio de los Directivos,
y frío el sentido y ausente el motivo de la acción.
Y todos vamos con ellos, hacia el funeral silencioso,
el funeral de nadie, porque no hay nadie a quien enterrar.
Yo dije a mi alma, está tranquila, y deja que lo oscuro te invada,
que será la oscuridad de Dios. Como en un teatro
las luces se apagan, porque se va a cambiar la escena,
con un vacío retumbar de alas, con un movimiento de oscuridad en oscuridad,
y sabemos que las colinas y los árboles, el panorama distante
y la atrevida e imponente fachada están siendo retiradas—
O, cuando un vagón subterráneo, en el metro, se para demasiado tiempo entre dos estaciones,
y la conversación se anima y lentamente se apaga en el silencio,
y ves cómo ahonda detrás de cada cara el vacío mental,
quedando sólo el terror creciente de no pensar en nada;
o cuando, bajo el influjo del éter, la mente está consciente, pero consciente de nada—
Yo dije a mi alma, está tranquila, y espera sin esperanza,
porque la esperanza sería esperanza de la cosa equivocada; espera sin amor,
porque el amor sería amor de la cosa equivocada; aún queda la fe,
pero la fe y el amor y la esperanza se encuentran todos en la espera.
Espera sin razón, porque no estás listo para la razón:
Así la oscuridad será la luz, y la quietud el baile.
Susurro de arroyos, y relámpago de invierno.
El tomillo silvestre oculto, y la fresa silvestre,
las risas en el jardín, éxtasis que resuena,
no perdidas, pero necesitadas, apuntando a la agonía
de la muerte y el nacimiento.

Dices que estoy repitiendo
algo que ya he dicho antes. Lo diré otra vez,
¿lo diré otra vez? Para llegar allí,
para llegar donde tú estás, para volver de donde no estás,
debes ir por un camino en el que no haya éxtasis.
Para llegar a lo que no sabes
debes ir por un camino que es el camino de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
debes ir por el camino de la desposesión.
Para llegar a lo que no eres
debes ir a través del camino en que no estás.
Y lo que no sabes es la única cosa que sabes,
y lo que posees es lo que no posees,
y en donde estás es donde no estás.


O dark dark dark. They all go into the dark,
The vacant interstellar spaces, the vacant into the vacant,
The captains, merchant bankers, eminent men of letters,
The generous patrons of art, the statesmen and the rulers,
Distinguished civil servants, chairmen of many committees,
Industrial lords and petty contractors, all go into the dark,
And dark the Sun and Moon, and the Almanach de Gotha
And the Stock Exchange Gazette, the Directory of Directors,
And cold the sense and lost the motive of action.
And we all go with them, into the silent funeral,
Nobody's funeral, for there is no one to bury.
I said to my soul, be still, and let the dark come upon you
Which shall be the darkness of God. As, in a theatre,
The lights are extinguished, for the scene to be changed
With a hollow rumble of wings, with a movement of darkness on darkness,
And we know that the hills and the trees, the distant panorama
And the bold imposing facade are all being rolled away—
Or as, when an underground train, in the tube, stops too long between stations
And the conversation rises and slowly fades into silence
And you see behind every face the mental emptiness deepen
Leaving only the growing terror of nothing to think about;
Or when, under ether, the mind is conscious but conscious of nothing—
I said to my soul, be still, and wait without hope
For hope would be hope for the wrong thing; wait without love
For love would be love of the wrong thing; there is yet faith
But the faith and the love and the hope are all in the waiting.
Wait without thought, for you are not ready for thought:
So the darkness shall be the light, and the stillness the dancing.
Whisper of running streams, and winter lightning.
The wild thyme unseen and the wild strawberry,
The laughter in the garden, echoed ecstasy
Not lost, but requiring, pointing to the agony
Of death and birth.

You say I am repeating
Something I have said before. I shall say it again,
Shall I say it again? In order to arrive there,
To arrive where you are, to get from where you are not,
You must go by a way wherein there is no ecstasy.
In order to arrive at what you do not know
You must go by a way which is the way of ignorance.
In order to possess what you do not possess
You must go by the way of dispossession.
In order to arrive at what you are not
You must go through the way in which you are not.
And what you do not know is the only thing you know
And what you own is what you do not own
And where you are is where you are not.

domingo, 17 de abril de 2011

Recuerdos y Ramos


Pocas cosas me llevo de este mundo:
las páginas perdidas de mis primeras sílabas;
un par de buenos goles cuando era delantero;
los amigos que quedan; los amigos;
alguna vez que me llamaron genio
y yo me lo creí;
mi diario de los últimos años
y la memoria débil de otros tiempos;
las rojas buganvillas de una tapia
en domingo de Ramos…
y lo que vino luego, los que vinieron luego,
los cinco que más quiero.

viernes, 15 de abril de 2011

Abril


Dice Eliot en The Waste Land:


April is the cruelest month, / breeding
Lilacs out of the dead land, mixing /
Memory and desire, stirring /
Dull roots with spring rain.



Pero a mí las lilas me parecen las flores más hermosas, y cuando paso por las tardes junto a la tapia camino de la plaza, me saludan primorosas con sus cascadas violetas. No: abril no es cruel, ni las lilas son heraldos de la muerte; la memoria se hace deseo, sí, pero es mejor esa sustancia palpitante que el dolor semienterrado en el olvido. Mis pobres raíces desvaídas reciben asombradas los aguaceros que taladran la tierra, y despiertan del letargo enmohecido de las tardes de invierno. Abril es renacer; abril es darse al cielo; nacimos en abril, y en él resolverán nuestras cenizas la morada disuelta de sus últimos momentos.

De la Res Publica

Hasta hace dos años no supe que el día 14 de abril se conmemora la proclamación de la Segunda República Española, de la que ayer se cumplió el octogésimo aniversario. Ello se debió al nacimiento de mi hijo Gonzalo el 14 de abril de 2009, dándose la circunstancia de que lo bautizamos el 18 de julio, por lo que se puede decir que el niño está equilibrado políticamente. Esto ilustra mi desinterés por las cuestiones políticas, lo que hace que me sienta ajeno al debate entre monárquicos y republicanos, pero no impide, como ocurre en materia de religión, que me interese el asunto, y hoy quisiera hacer unas reflexiones al respecto.


Entiendo que la principal diferencia entre una república y una monarquía parlamentaria como la que tenemos en España desde la Constitución de 1978, es precisamente la figura del monarca. En los tiempos que corren la monarquía se me antoja una institución anacrónica, como demuestra el hecho de que sean muy pocos los países que mantienen esta figura en Europa y en el mundo. Lo más criticable es su carácter hereditario, transmitido de padres a hijos. No hay nada menos democrático, y me parece casi una aberración, que se pueda heredar un Estado, como si se tratase de una finca particular. Pocos méritos han hecho los reyes de todos los tiempos para merecer sus atribuciones, y los reyes actuales menos aún, por lo que entiendo que su figura debería desaparecer, pues va en contra de la institución democrática, la única que considero válida en los tiempos que corren. Dicho esto, que puede ser o no compartido por los españoles (sospecho que la mayoría suscribiría mis palabras), entiendo que tampoco el asunto es demasiado grave: al fin y al cabo, la figura del rey es meramente representativa, y aunque sigue manteniendo un poder indudable, éste se deriva de su carácter de embajador de nuestro país en el ámbito internacional. No me cabe duda de que gracias a su prestigio (merecido o no), España ha conseguido beneficios económicos y concesiones que de otro modo nos habría sido imposible obtener. En el caso de que España fuera una república, la labor del rey sería desarrollada por su presidente. Se critica mucho el dinero que se destina a mantener la Casa Real, pero no creo que sea superior a los gastos que supondría la presidencia de la república. Es cierto que el presidente de la república sería elegido democráticamente, pero no veo tan claro que fuera capaz de representar a España como lo hace el rey. En países de larga tradición republicana, como Francia, éste es un cargo muy reconocido, pero España debería partir prácticamente de cero, y además, el debate que se generaría en el caso de tratar de instaurar seriamente una república sería agrio y peligroso; se reavivarían heridas no del todo cerradas por mucho que hayan pasado ochenta años. La única manera viable que veo de llegar a la Tercera República es mediante una evolución natural, asumida por la mayor parte de los españoles, y no creo que nuestro país esté maduro para ello.


Así pues, mi corazón y el sentido democrático me piden una república, mientras que la razón y el sentido práctico ven con buenos ojos la continuidad de la monarquía. Me pasa un poco como a mi hijo Gonzalo, que estoy dividido, aunque en el fondo, y mientras la sangre no llegue al río, es un asunto que no me qita el sueño. Por mí, que se sigan manifestando los republicanos, que yo no acudiré aunque comparta su credo. Lo único que espero es que no se llegue a las barricadas, que me recuerdan con temor tiempos de guillotinas, terrores y directorios.

jueves, 14 de abril de 2011

Emily Dickinson: I never saw a Moor

Y ya puestos, otro poema de Emily Dickinson, que me está deslumbrando por las noches al leerla en el ridáider, para que luego digan que la poesía sólo se disfruta en papel.

I never saw a moor,
I never saw the sea;
Yet know I how the heather looks,
And what a wave must be.

I never spoke with God,
Nor visited in heaven;
Yet certain am I of the spot
As if the chart were given.

Yo nunca he visto un páramo,
yo nunca he visto el mar;
mas sé cómo es el brezo
y el rizo de las olas.

Yo nunca hablé con Dios,
ni he visitado el cielo;
mas sé dónde me hallo,
un mapa es Tu misterio.

Se trata de un poema delicioso, con un tono muy distinto al que traje ayer. Las palabras moor y heather son tremendamente evocadoras del desolado paisaje inglés, a pesar de la nacionalidad de Dickinson. Incluso su traducción, brezo y páramo, nos transporta a las novelas del XIX y a los escenarios misteriosos, tamizados por la niebla, que recorrió Sherlock Holmes. Para la traducción he respetado en esta ocasión la métrica, que es el alma de este poema, llevándola al heptasílabo, e incluso he ensayado algunas rimas asonantes, para tratar de acercar en lo posible la inimitable belleza del original.

miércoles, 13 de abril de 2011

Emily Dickinson: Tell all the Truth but tell it slant


Di toda la Verdad, pero escondida;

en el Camino está la virtud.
Demasiado brillante para nuestra pobre Dicha
es la espléndida sorpresa de la Verdad.

Como se alivia del Relámpago a los Niños
con una suave explicación,
la luz de la Verdad debe brotar despacio
o a todos los hombres cegará.


Tell all the Truth but tell it slant—
Success in Circuit lies
Too bright for our infirm Delight
The Truth's superb surprise

As Lightning to the Children eased
With explanation kind
The Truth must dazzle gradually
Or every man be blind—


Conocí este poema de Emily Dickinson gracias a Aurora, y hoy lo he recordado leyendo a Trapiello. Una traducción literal hace tan flaco favor al original, que me he tomado algunas libertades en mi versión. Los versos hunden sus raíces en el sentimiento religioso y el profundo conocimiento de la Biblia de Dickinson. Aúna belleza y profundidad en el mensaje, algo que raramente se consigue. Son muchas las interpretaciones, una por cada lector; prefiero no dejar la mía, y que cada cual haga suyo este enorme poema.

Hadas


Cuando estoy triste mi blog se tiñe de tristeza, y cuando estoy alegre una paleta de colores salpica todos sus rincones. En mis meses felices y despreocupados, ésos en que parece que la vida es un juego de adultos que vuelven a la infancia, el desparpajo y los latidos del ingenio inundan mis entradas y contagian a mis lectores, que hacen comentarios risueños y convierten mi rincón en un refugio de alegría y risas compartidas. Últimamente la melancolía visita con demasiada frecuencia las páginas de mi diario, las bromas ya no son tan ingenuas, y el pellizco de la ilusión se cotiza caro por estos andurriales. Por eso mismo cuido la transparencia de mi prosa con la esperanza de que las hadas buenas de Internet aparezcan como por ensalmo entre las teclas que pulso con esmero. Mañana (hoy, ya) es mi cumpleaños, y espero conjurar muchas más hadas, algunas veces hablando de mí, como ahora; en ocasiones de otros, de los que más quiero, y de los que me quieren, porque son lo que tengo más cerca, en realidad son todo lo que tengo. Hasta las brujas traviesas que a veces aparecen por aquí no son más que hadas disfrazadas, encantadoras, reflejos de todos ellos, trasunto de mi cara más amable.

martes, 12 de abril de 2011

Apuntes (XC): Primavera floral


Ahora que por fin es primavera, y sin apenas haberla disfrutado, se cuela el verano con su luz cegadora y sus siestas de postigos entreabiertos, como una condena de seis meses y un día.

~

Ni el espectáculo desbordante de los jardines floridos me puede inspirar este año unos versos limpios; aunque sean de compromiso, pero limpios.

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Me imagino a las musas como unas señoras orondas y de sonrisa bobalicona, cubiertos sus cuerpos desnudos con guirnaldas de flores y hojas verdes, pegando saltitos por una pradera mullida a la caza de algún poeta incauto, un músico loco o un pintor de escenas grotescas.

~

El olor de la dama de noche es potente y dulzón; tanto, que corre el riesgo de transformarse en hedor.

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Este año está pletórico el patio de Alájar. A los dos jazmines, blanco y amarillo, que caen casi hasta el suelo, hay que sumar el jazmín moruno, de aroma penetrante, que recorre el camino inverso, trepando desde el arriate hasta la baranda del jardín, cinco metros más arriba. Las glicinias cubren dos paredes con sus esplendor violáceo de pináculos colmados de pétalos acampanados. Y todo ello en silencio, ese silencio hecho del canto de los pájaros y el zumbido de los moscardones, del repiqueteo de cencerros y esquilas y tañidos cercanos de campanas que no se oyen, porque están mimetizados con los sonidos del campo. Beatus ille...

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Y mientras, en la ciudad hay un aroma intenso a madreselva, y también se oyen pájaros, y el rumor de las calles y autopistas tampoco se percibe, igualmente mimetizado con su entorno humano, tan desasosegadamente humano.

lunes, 11 de abril de 2011

Apuntes (LXXXIX): Ilusión


He leído y escuchado en el blog de Luis Valdesueiro el poema Tabacaria, grandioso. El magnetismo de Pessoa es tan grande como su calidad; basta con leer unas líneas para zambullirse de nuevo en su particular estética existencial y a la vez hermosa, atrayente, acariciadora. La desolación absoluta que emana de sus versos contrasta con una belleza inconmensurable. Se diría que es imposible conjugar la lírica con la metafísica, y el poeta portugués lo consigue con una facilidad pasmosa. Cada vez que lo leo me siento transportado, y trato de buscar en mi interior un resquicio de sus sentimientos vacíos. Lo más inquietante es que siempre lo encuentro, y lo ensancho para asomarme a mi melancolía más honda. Por si fuera poco, no me arrepiento de hacerlo.

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Un proyecto demorado en el tiempo resta días de disfrute a su consecución. No somos conscientes de que nuestras horas están contadas, y por lo tanto se van descontando de forma implacable. En nuestras manos está disfrutarlas o perderlas en vanas excusas y lamentaciones.

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También es cierto que es en la fase de preparación, de anticipación de un fin deseado, cuando brota esa rara flor que llamamos ilusión, el más valioso de nuestros dones, que se desvanece de un soplo después de calmar nuestras ansias.

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Sin ilusión, las glicinias de mi patio se marchitan; las rosas del jardín diluyen sus colores, y cuando diviso la Peña desde el alféizar de mi ventana, la boca oscura de las cuevas se traga el verde de las encinas y las jaras. Sin ilusión se seca la tierra que atraparon mis botas en la ribera del molino; la paz evocada por el canto de los pájaros se convierte en tristeza, en un tedio estéril y angustioso. Sin ilusión se oscurecen las tapias; sin ilusión languidece la vida; se me cieran los ojos sin ilusión.

sábado, 9 de abril de 2011

A don Alfonso


No suelo utilizar facebook, pero el otro día entré atraído por el perfil de don Alfonso, un profesor que me dio clases en 2º de EGB. Era delgado y elegante, y sigue siéndolo, como pude comprobar el año pasado en las bodas de plata de mi promoción. Treinta y siete años han pasado. El profesor entonces veinteañero se acaba de jubilar. Recuerdo con nitidez alguna de sus clases; no sé bien por qué, pero parece que estoy viéndole decir el año en que estábamos, 1974; es algo sin importancia, pero para mí significa mucho recordar su figura paseando entre las bancas, y al fondo una pared llena de perchas donde colgaban los abrigos, las trencas con botones en forma de cuerno, porque era invierno y hacía frío, un frío que no hace ahora, un frío de 1974, y él lo decía, y yo estaba allí, y lo recuerdo bien.

Este maestro admirable está colgando en facebook sus recuerdos de tantos años, y uno de ellos, aportado por un antiguo alumno, me ha emocionado. Es una grabación en Súper 8 del año 1976, en la clase de 2ºB. Yo por entonces ya estaba en 4º, con don Eduardo, pero en ese vídeo sale mi clase de dos años antes, y se ven las bancas, y las paredes, y las trencas, y los ventanales, y don Alfonso pasea entre los alumnos, y va tocándoles en la cabeza para que salgan a la pizarra, donde dibujan unos círculos que son las unidades, y unos cuadrados que son decenas, y yo había olvidado que los círculos eran unidades y los cuadrados decenas, pero lo he recordado ahora, e incluso me acuerdo de que las unidades eran azules, y las decenas rojas, y las centenas verdes, y yo construía figuras con ellas para perder el miedo a los números. Nunca me hizo falta luego utilizar estos símbolos, pero sin ellos no habría aprendido lo que vino luego, las tablas de multiplicar, que tantos sudores costaban, y después las raíces cuadradas, que cada vez que resolvía una me sentía importante, como un señor matemático, y las calculadoras sólo se veían en las películas, aunque una vez mi padre trajo una de la empresa, grande y misteriosa, con grandes teclas y una pantalla de cristal verde.

Esa película me ha hecho volver a esos años, y acordarme de cosas que ya creía muertas, como aquella vez en que mi hermano se abrió la pierna en una caída, o ese niño que, cuando estaba en 1º de EGB, recién llegado al colegio, me tiró mientras jugábamos al fútbol en la pista de hockey y se puso a golpearme la cabeza contra el suelo, y yo llorando con la nariz sangrando pero nadie me hacía caso. Se llamaba Guti, hasta de eso me acuerdo, y era repetidor, tan chico y ya repitiendo, era el terror de sus compañeros. Guti tenía un amigo que se llamaba Bizcocho que sabía cantar flamenco. Tenía un aire a Camarón, aunque entonces yo no sabía quién era Camarón, y cada vez que íbamos al salón de actos los profesores le pedían que cantara, pero él nunca lo hacía. Nosotros sí que cantábamos siempre en el mes de mayo; todos los días cantábamos a la Virgen María, Venid y vamos todos, con flores a porfía, el Teleñeco dirigiendo a todos los niños que abarrotaban la capilla del colegio, que estaba preciosa, llena de flores blancas, y cantábamos con alegría, nadie se planteaba por qué los hermanos Maristas nos llevaban a misa, como nadie veía raro que en el colegio sólo hubiera niños, ni que hubiera clase por las tardes hasta las seis, ya de noche, porque nadie pensaba que eso fuera malo, y acudíamos al colegio con ganas, yo estaba deseando que el autobús llegara un poco antes para jugar al fútbol, o a las canicas. El colegio nos marcaba, más para bien que para mal, al menos en mi caso, que no tengo recuerdos malos, sólo sentimientos de añoranza por aquellos años inocentes y plácidos en que nos dejaban solos para aprender a vivir, porque nadie nos decía nada pero todo lo veíamos, y aprendíamos de nuestros padres, de nuestros profesores y de nuestros compañeros. La vida era entonces muy simple; sólo luego se complicó.

Podría seguir contando muchas otras cosas, para nunca acabar, y aunque no las cuente las pienso y las revivo, pero en lugar de seguir quiero dar de nuevo las gracias a don Alfonso por haber dicho, aquella tarde de hace treinta y siete años, que estábamos en 1974, y por haber entrado en Internet para que yo lo recordara. Gracias, profesor.

jueves, 7 de abril de 2011

Apuntes (LXXXVIII): Big ones


Ni rastro de poesía en las últimas semanas. No es que la eche de menos, pero me siento como si tuviera la obligación de invocarla, y a lo mejor haría bien haciéndolo. El arte como obligación, como tarea autoimpuesta. Musas cazadas al vuelo, retenidas contra su voluntad hasta que brota esplendoroso el poema.

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En la duda está la verdad.

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Ante la duda...

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¡Qué dos grandes verdades!
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No es para tanto, El gran Gatsby.

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Ayer, mientras iba conduciendo, pensé un aforismo ingeniosísimo, o al menos así me lo parecía a mí, y me prometí escribirlo en cuanto pudiera, pero se me olvidó, y ahora no lo pongo en pie. Una vez más he echado de menos el poder dictar mentalmente a un escribiente informático inventado por el Bill Gates de turno, y creo que aún tendré que esperar bastante tiempo.

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Lo peor era por las mañanas, cuando me despertaba con el alma en un puño, la angustia mordiendo mis sentidos, un pedazo de carne obligado a levantarse para fingir que vivía.

miércoles, 6 de abril de 2011

Flores y recuerdos


Esta mañana, cuando he ido a coger el coche, estaba todo lleno de azahar. Hacía mucho tiempo que no cogía entre mis dedos una de esas flores blancas con perfume a primavera, que huelen sólo con nombrarlas; a primavera de Sevilla, cuando era niño y me entretenía cogiéndolas mientras esperaba el autobús del colegio, y las escogía con los pétalos cerrados, para deshojarlas poco a poco, hasta dejar desnudo el pistilo y los estambres, palabras mágicas aprendidas unas semanas antes en las clases de don Alfonso. Y su perfume, el perfume de las tardes de mi infancia, era el mismo que ahora me penetra para hacerme recordar y añorar aquellos días, porque la niñez es siempre nuestra casa, una casa que abandonamos dejando la puerta abierta, no para volver, sino para asomarnos cuando nos llama el olor de las flores de su ventana.

Para el currículum


Una de las utilidades que le veo a esto de los blogs es su uso como álbum de recuerdos. Espero deleitarme en el futuro con algunas de las entradas que hago, y por eso me gusta contar cosas mías, de mi familia, anécdotas que de no ser porque las recojo por escrito en el momento seguramente se olvidarían, o se recordarían de forma confusa. Sólo espero que no se le ocurra algún día a blogger cerrar el chiringuito y dejarnos con tres palmos de narices, porque lo que es yo no hago copias de seguridad, ni sé cómo se hacen. En sus manos encomiendo mi obra...

Revolviendo entre los cachivaches que van a parar no se sabe muy bien cómo a la bolsa del carrito de Gonzalo, he encontrado esta mañana el parte médico del día en que a Ignacio le mordió un burro. Como es muy probable que ese papel se pierda como tantos otros, lo he escaneado para que quede como recuerdo, y así Ignacio podrá engrosar su futuro currículum, que no todo el mundo puede presumir de algo así. A lo mejor cuando él sea mayor los burros ya se han extinguido, y entonces su incidente adquirirá tintes de leyenda.


Para verlo bien hay que pinchar en la imagen. Lo mejor es el apartado de "Anamnesis" -no sé qué coño quiere decir eso, la jerga médica me es ininteligible-, donde está escrito: "Mordedura de burro hace una hora". Casi na...


Nota: Obsérvese la valentía del autor de esta entrada al incluir datos confidenciales previos a la mudanza de casa y teléfono.

martes, 5 de abril de 2011

Mariconadas literarias (I): Las iniciales


Con esta entrada inauguro etiqueta, donde trataré de apuntar con los focos de mi humor, no exento de su pizca de mala fondinga, hacia aquellas prácticas perpetradas por escritores de todo pelaje que a mi entender son una mariconada más grande que el caballo de Espartero y sus cojones. Quisiera dejar claro desde el principio que lo que para mí es una mariconada no tiene por qué serlo para otros, especialmente para los que hacen uso de ella, que están en su derecho de pensar que las mariconadas de verdad son las que yo escribo en este blog. Así quedamos empatados, y todos contentos, aunque lo mejor es no darse por aludido y no entrar al trapo de este capote que revoleo desde los medios, porque cuanto más fuerte sea la embestida más airosa me saldrá la larga cambiada con la que despacharé al morlaco de turno.


Empiezo la serie con una crítica al uso de iniciales en novelas y diarios, una práctica muy extendida a lo largo del tiempo, baste recordar las grandes novelas de los escritores rusos del
XIX, como Tolstoi, que siempre hablaba de la condesa de A., la baronesa de M., el príncipe T., y menos mal que no procedía igual con los mujiks que salen en sus obras, porque se le acababa el alfabeto por muy cirílico que fuera. Desde entonces hasta ahora han sido muchos los autores que han usado este recurso, con la excusa de salvaguardar la identidad de los personajes que retratan, argumento que se me antoja pobre, pues podían haber optado por utilizar un nombre ficticio, lo que habría quedado mucho más estético. Además, este recurso se presta en muchas ocasiones a un juego de adivinaciones en el que el autor ofrece pistas más o menos claras (en algunos casos tan sencillas como adivinar el color del caballo blanco de Santiago), que tienen como resultado la caza y captura de un personaje presuntamente camuflado, al que se ridiculiza, y que es desenmascarado con facilidad para el regocijo de los curiosos lectores y el taimado escritor. Yo mismo, ahora que caigo, estoy clavando con esta entrada a un famoso escritor, pero como no soy tan malo como él no pongo sus iniciales (añádase aquí una risa sardónica).

Un poné
(con el permiso de Homero):

Ω. ordenó a Σ. que convocara una asamblea de los dioses. Todos acudieron y se acomodaron expectantes en rededor del dios. Ω. les indicó que la intervención de Α. podía suponer el fin de los troyanos: "Pues si Α., el de los pies ligeros, combatiese solo contra los teucros, estos no resistirían ni un instante su acometida". Después les pidió que se dividieran en dos bandos y que intervinieran en el combate para equilibrar las fuerzas. En auxilio de los aqueos se encaminaron: Φ., Δ., Γ., ρ. y η., y hacia las tropas troyanas acudieron: β., μ., Θ., Ψ., Π. y ζ.

lunes, 4 de abril de 2011

Apuntes (LXXXVII): De fotografías y citas tramposas


Prefiero los recuerdos a las fotos; o, mejor dicho, prefiero que mis recuerdos queden vírgenes, sin fotografías que los falseen trayendo un instante congelado que lo más que me aporta es una sonrisa olvidada, un tributo de tristeza.

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Se me antoja que la mezcla entre apuntes trascendentes y apuntes cotidianos proporciona equilibrio a mi diario.

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Últimamente parece como si la calle de los Doradores quedara en la otra punta de la ciudad, aunque sé que basta con que vuelva a abrir el libro portentoso para que camine de nuevo por sus aceras.

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Trapiello acaba de abrirse un blog. El diarista por excelencia, maestro en este arte ciertamente complicado, se pasa a la red, aunque supongo que seguirá con su saga de diarios de papel. Es una buena noticia, sin duda. Uno seguirá atento su trayectoria.

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En su primera entrada, Trapiello habla del mundo de los blogs. Entre otras cosas, comenta que casi todos los escritores tienen ya blog propio, y que el medio ha servido de plataforma a numerosos aficionados. Uno se da por aludido, por supuesto, y no pierde la esperanza de convertirse en "profesional", si por éste se entiende no quien vive de la escritura, como él, sino quien busca la excelencia y algunas veces se le acerca.

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Me gustaría trufar mis apuntes de citas profundas de autores famosos, y también alguna otra de desconocidos excelsos, pero mi memoria no da para tanto, y no me gusta hacer trampas con el amigo Google.

viernes, 1 de abril de 2011

Apuntes (LXXXVI): Parvenu


Soy un recién llegado. Estreno maletas cargadas de todas las vivencias que he atesorado con esmero durante largos años, he comprado mi talento, que pago en cómodos plazos, me alojo en los mejores hoteles, derrocho dinero a manos llenas y no he venido a pelearme con nadie, sino a volar alto sin mirar hacia abajo.

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Ayer vimos una película de unos monjes franceses que vivían en un monasterio en el Atlas. No ha estado mal. Al final unos terroristas islámicos se los han cargado a todos, pero es que se lo buscaron, ya podían haber salido corriendo antes, aunque es verdad que dieron ejemplo de valentía y compromiso. Cantaban increíblemente bien, hacían unos coros en francés a varias voces que le entraban ganas a uno de enrolarse con ellos. Un poco lenta, pero muy buena película. La estropearon al final, cuando pusieron sin venir a cuento la música de El lago de los cisnes, y todos los monjes llorando con esa música de fondo y una copa de vino en la mano, el prior el primero, que por cierto tenía una cara de bueno asombrosa, con unas gafas cuadraditas y una expresión que movía a la piedad, no sé de dónde habrán sacado a ese actor, seguramente de un convento, no me lo imagino haciendo un papel que no sea el de monje. Espero no haber chafado a nadie la película si es que la vais a ver, al menos no he dicho el título.

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Al escuchar los coros de la película me he acordado de la música polifónica renacentista, de los motetes maravillosos compuestos por Victoria, Morales y Guerrero, por citar nuestras glorias patrias, pero también las misas de Palestrina, el miserere de Allegri, la música de Lasso… todas las iglesias de la cristiandad se llenaban de acordes sobrenaturales que conmovían profundamente, tanto a los profanos como a los entendidos en música, a los laicos como a los creyentes humildes y a los grandes señores. Nunca un instrumento ha hecho tan grande favor a la causa cristiana; hasta yo siento crecer en mí algo místico cuando escucho esa música. Luego llegó el Concilio Vaticano II, y los grandes monumentos musicales quedaron para las salas de conciertos. Las iglesias se llenaron de cancioncillas patéticas acompañadas por el voluntarioso rasgueo de guitarras, y la polifonía dejó paso a la ramplonería. Las misas se volvieron insufribles para los descreídos como yo.

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No es malo ser un parvenu. Da algo de vergüenza, pero se compensa con la rabia que se genera en los históricos.

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Total, ¿para qué sirven las adulaciones y los reconocimientos de compromiso?

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Tomás Luis de Victoria: la mística en un pentagrama.